El ambientador de pino ya desgastado
que aloja en el cerebro
no hace más que perfumarse a sí mismo,
siendo un cúmulo de mentiras azucaradas
repetidas mil y una veces
para así autocomplacerse
y autoconvencerse
de su propia capacidad.
No estás solo, cariño,
pero un erizo con alas de algodón
es incapaz de alzar el vuelo
por más que lo intente
si colecciona piedras
una detrás de otra.
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