"Quien está al otro lado de la pantalla
con un reloj en la mano derecha,
es -según mis trastornadas percepciones estéticas-
el chico más guapo del mundo.
Por alguna razón inexplicable y por mutua mala suerte,
nos queremos demasiado como para decírnoslo.
Yo era tan sólo un objeto más en el desastre de su cuarto,
y él pretendía arreglarme en un fin de semana.
Yo, el túnel al final de la luz,
él, la entrada de incendio.
Yo, una excéntrica caprichosa de las que sólo son felices en las pelis de Woody Allen,
él, un macarra cualquiera de “Historias del Kronen”.
Yo de Damien Rice,
él de Reincidentes.
Yo, eterna protagonista del “pudo ser y no fue”,
él era como todos,
pero no se parecía a ninguno.
Los dos estábamos enamorados de lo nuestro.
Pero ni él de mí,
y quizás yo tampoco lo estuve nunca de él.
Estar sola no debería ser un plan,
Estar sola no debería ser un plan,
ni subirme la cremallera del vestido un reto.
Ya no sé si huir a otro planeta o al de tu ombligo.
Yo con mil haciendo cola,
tú con tres tontas esperando que les leas
lo que ya no me escribes.
lo que ya no me escribes.
No sé si seguir con el corazón en tu puño,
mandarte a la mierda,
o hacerte un hueco en el colchón.
Fingir que no nos queremos
montar un drama,
acabar lo que nunca empezó,
romper las cartas
que nunca me mandaste,
y las fotos que no nos hicimos,
que nunca me mandaste,
y las fotos que no nos hicimos,
prenderle fuego al portal donde nos conocimos
y al primer beso que nos dimos;
y al primer beso que nos dimos;
o invitarte a mis mares del sur.
O volver a Madrid,
jugar al revueltos pero no juntos,
al quédateestanoche,
a los viajes desnudos por tu pasillo.
Al hueco en el sofá.
A la ruta de tu coche-portal-ascensor-encimera.
A cafés fríos y sexo recién hecho.
A conjugar el verbo mancillar por todos los rincones de tu casa.
Tus manos, los orgasmos, tu risa, mis bailes, los libros, la guitarra, tu lengua, mis heridas.
O quizás deberíamos prescribir, como un delito,
hacer como que aquí no ha pasado nada,
y conformarnos con la versión doblada y subtitulada de otras caras.
Tomar café, pero vestidos,
odiarnos,
gritarnos
y temblar al imaginarnos escribiendo en las espaldas de otros.
O tal vez aún podamos disfrutar el uno del otro
sin pensar demasiado en qué pasará después.
Vamos a querernos como animales,
que como humanos no se nos da bien."
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