Estamos hechos de cristal.
Tenemos la esperanza de que los demás lo sepan y lo respeten.
Que no te rompan y te traten con cuidado...
Que sepan valorar de qué estás hecho.
Pero alguien se cree más listo que los demás, te tiene entre algodones para, finalmente...
Tirarte al suelo.
Así, te haces pedazos.
Suena un gran estrépito.
Hay trozos por todas partes.
¿Y ahora qué?
No podrás arreglarte a ti mismo.
Si lo haces, volverás a resquebrajarte...
Te toca esperar de nuevo hasta que te arreglen.
Sufriendo el grave riesgo de volver a romperte, y aún más.
Y los trozos serán aún más pequeños, más difíciles de recuperar.
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