Aún no había anochecido. Serían cerca de las 8 de la tarde cuando decidió que no era el momento de quedarse en casa, necesitaba que el aire frío de invierno recorriera sus mejillas, que pudiera volver a sentirse vivo otra vez. Apenas se abrigó. ¿Para qué necesitas abrigo si ya estás muerto? Ese año el río aún no se había helado. El traqueteo de un tren cercano interrumpía el sonido de sus pasos haciéndole recordar las historias allí vividas. Hacía apenas un par de años que se había trasladado allí, pero no eran pocas las vivencias que había pasado, la gente que había conocido, la gente que había perdido. Cuando hacía buen tiempo, solía quedarse en la orilla del río e inundarse en sus pensamientos, muy de vez en cuando acompañado de una botella de alcohol; muy de vez en cuando acompañado de alguien en especial. Un vago sentimiento de melancolía le inundó por un instante, o tal vez fue el efecto que aquel coñac que se había bebido hace escasas horas. Se arrepentía de muchas cosas que, en cierto modo, habían sido causadas por eso mismo. Sus pisadas en la tierra mojada se dirigían a las vías del tren, hechas de una madera carcomida y vieja, ya húmeda y estropeada por la lluvia. Se detuvo. Hubo un instante de quietud y silencio en su cabeza. De una forma u otra, se sentía vivo otra vez.
¿Esto es tuyo propio? Si es así, es emocionante.
ResponderEliminarSí, es mío. Normalmente publico cosas que escribo yo.
EliminarMe alegro de que te guste ^_^