02/10/2013 22:58
Ese día decidió ponerse las zapatillas nuevas. Esperaba deseosa la llegada del ascensor; y, una vez en él, se seguía sintiendo inquieta. Al salir del portal sintió un frío cortante que le heló los huesos, se ajustó la bufanda hasta que le tapó la nariz y, simplemente, caminó. No sabía muy bien a dónde ir, pero no podía quedarse en casa. Se sentía ahogada y sin libertad, sola, aburrida. Los días se hacían repetitivos y grises. Mientras estos pensamientos le inundaban la cabeza, un escalofrío recorrió su espalda, se alargó las mangas hasta que éstas cubrieron casi las puntas de sus dedos y exhaló un poco de vaho para calentárselas. Las hojas rojizas crujían bajo sus pies, y los árboles parecían estar pasando tanto frío como ella. Sin saber muy bien por qué, una lágrima quiso escapársele; no por el viento ni el frío; sintió que los árboles en esa época la reflejaban incluso mejor de lo que lo hacía el espejo (...).
02/10/2013 23:09
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